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¿Sientes ardor o visión borrosa en invierno? Podría ser una señal del síndrome del ojo seco

Durante el invierno, no solo la piel sufre los estragos del clima frío. La baja humedad, el viento y el uso constante de calefacción también afectan la salud visual, provocando que la superficie del ojo pierda lubricación natural.

A esta afección se le conoce como el síndrome del ojo seco, y se ha convertido en una de las molestias visuales más comunes en todo el mundo. Aunque suele pasar desapercibida, la sequedad ocular no solo causa incomodidad, sino que también puede afectar la salud ocular si no se trata a tiempo.

¿Qué es el síndrome del ojo seco?
La sequedad ocular, también conocida como síndrome del ojo seco, es una condición oftalmológica frecuente que afecta a millones de personas en todo el mundo, indica la National Eye Institute.

Se produce cuando los ojos no pueden mantener una capa de lágrimas adecuada o cuando la calidad de la película lagrimal se ve alterada, lo que impide mantenerlos lubricados y protegidos.

Según MedlinePlus, la película lagrimal es fundamental para mantener una visión clara y proteger la superficie del ojo de partículas, infecciones e irritantes ambientales.

Cuando esta película se altera, los ojos pueden volverse más sensibles, irritarse fácilmente y presentar una sensación constante de resequedad o “arenilla”.

¿Tus ojos arden? Podrías tener síndrome del ojo seco. Foto: Canva.

Causas principales del síndrome del ojo seco
De acuerdo con la Mayo Clinic, las causas del ojo seco son múltiples y pueden incluir factores ambientales en invierno:

  • Clima seco
  • El viento
  • El aire acondicionado o la calefacción tienden a evaporar las lágrimas más rápido.

Así como cambios en el organismo, entre las más comunes se encuentran:

  • Enfermedades autoinmunes: Patologías como el síndrome de Sjögren, la artritis reumatoide o el lupus pueden afectar las glándulas lagrimales
  • Uso prolongado de pantallas: Permanecer frente a dispositivos electrónicos disminuye la frecuencia de parpadeo, lo que provoca una evaporación más rápida de la película lagrimal.
  • Uso de lentes de contacto: Su empleo continuo puede alterar la superficie ocular y reducir la producción natural de lágrimas.
  • Medicamentos: Algunos antidepresivos, antihistamínicos o diuréticos pueden provocar sequedad ocular como efecto secundario.
  • Lesiones oculares o cirugías previas: Pueden alterar la estructura del ojo y disminuir su capacidad para retener humedad.
  • Edad avanzada: A medida que envejecemos, la producción de lágrimas disminuye, lo que incrementa el riesgo de sequedad ocular.
  • Cambios hormonales: Especialmente durante la menopausia o el uso de anticonceptivos hormonales, pueden reducir la lubricación natural del ojo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que los problemas visuales relacionados con la fatiga ocular y la exposición prolongada a pantallas se han incrementado notablemente en los últimos años, convirtiendo el ojo seco en una de las afecciones oftalmológicas más comunes en entornos urbanos.

¿Tus ojos arden? Podrías tener síndrome del ojo seco. Foto: Canva.

Síntomas que delatan el ojo seco
Los síntomas suelen afectar ambos ojos y variar en intensidad. Entre los más frecuentes están:

  • Sensación de ardor, picazón o escozor.
  • Mucosidad espesa en o alrededor de los ojos.
  • Enrojecimiento ocular y sensibilidad a la luz.
  • Visión borrosa o cansancio ocular tras leer o usar pantallas.
  • Sensación de cuerpo extraño, como si hubiera arena dentro del ojo.
  • Lagrimeo excesivo, que en realidad es una respuesta del organismo ante la irritación.
  • Dificultad para usar lentes de contacto o para conducir de noche.

Cuando los síntomas persisten por varios días o afectan la calidad de vida, es importante acudir a un oftalmólogo para una evaluación y diagnóstico adecuados.

Qué hacer si tienes ojo seco
El tratamiento inicial suele comenzar con lágrimas artificiales, disponibles en diferentes presentaciones. Las gotas con conservantes suelen ser más prácticas para uso esporádico, mientras que las sin conservantes se recomiendan para personas con uso frecuente o sensibilidad ocular.

Se recomienda aplicar las lágrimas entre 2 y 4 veces al día. Si no hay mejoría después de un par de semanas, los especialistas sugieren:

  • Aumentar la frecuencia de aplicación (cada 2 horas si las gotas son sin conservantes).
  • Cambiar de marca o tipo de producto.
  • Consultar al médico si no se encuentra una opción eficaz.
  • Otros tratamientos recomendados incluyen:
  • Suplementos de aceite de pescado (omega-3), que mejoran la calidad de las lágrimas y reducen la inflamación ocular.
  • Gafas protectoras o lentes especiales que ayudan a conservar la humedad.
  • Medicamentos oftálmicos, como ciclosporina (Restasis) o lifitegrast (Xiidra), y en algunos casos, corticoides o antibióticos como tetraciclina o doxiciclina.
  • Tapones lagrimales, pequeños dispositivos que bloquean los conductos de drenaje de las lágrimas, ayudando a mantener la humedad por más tiempo.

Recomendaciones para aliviar los síntomas

  • Evita fumar y mantenerte lejos del humo de segunda mano.
  • Protege los ojos del viento y evita la exposición directa al aire acondicionado.
  • Usa un humidificador en casa, sobre todo en invierno o en ambientes secos.
  • Parpadea con frecuencia cuando trabajes frente a pantallas.
  • Mantén la higiene ocular, limpiando los párpados y aplicando compresas tibias para estimular la producción de lágrimas.
  • Si duermes con los ojos ligeramente abiertos, aplica ungüentos lubricantes antes de acostarte.
  • En casos severos, puede requerirse cirugía correctiva si la posición de los párpados afecta la distribución de las lágrimas.

El síndrome del ojo seco puede parecer una molestia menor, pero si no se trata, puede derivar en daños a la superficie ocular y afectar la visión.

Reconocer las causas y modificar hábitos como el uso excesivo de pantallas, la exposición al aire seco o la falta de descanso visual es clave para prevenirlo.

La Mayo Clinic y la OMS coinciden en que el diagnóstico temprano y los cuidados preventivos —junto con una adecuada hidratación y el control ambiental— pueden mejorar notablemente la calidad de vida de quienes padecen esta afección.