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Mosquitos con parásitos modificados genéticamente, un curioso método para administrar vacunas

Las enfermedades transmitidas por mosquitos son ya un gran problema, pero será aún peor a medida que el cambio climático impulse condiciones óptimas para que estos insectos proliferen. Por eso, es importante buscar formas de prevenirlas, tanto mediante métodos para ahuyentar a los mosquitos como a través de vacunas. ¿Pero y si en realidad la mejor vacuna utilizase precisamente a los mosquitos como una especie de jeringuilla para su administración? Es lo que han probado recientemente unos científicos holandeses con el desarrollo de una vacuna contra la malaria muy especial.

Esta enfermedad la causa el parásito Plasmodium falciparum, que utiliza a los mosquitos como vector para la infección. Actualmente existen dos vacunas contra la malaria, pero su capacidad de protección no es la mejor. La que produce una mayor inmunización no supera el 75% de efectividad. Además, requiere varias dosis de refuerzo y esto no es algo fácil de llevar a cabo en países en vías de desarrollo, como las naciones africanas donde se producen la mayoría de infecciones por Plasmodium.

Por eso, los autores del estudio que se ha publicado recientemente en The New England Journal of Medicine han buscado una solución muy original. Consiste en utilizar poblaciones de mosquitos infectadas con parásitos modificados genéticamente para no producir la enfermedad, pero sí estimular al sistema inmunitario para combatirlos. Por lo tanto, son los propios mosquitos los que administran la vacuna contra la malaria. Los resultados de un primer ensayo fueron muy positivos, aunque será necesario investigar más. Esto es lo que sabemos de momento.

Una vacuna contra la malaria muy original
Cuando el parásito de la malaria infecta las células humanas se dirige al hígado y, después, comienza a infectar los glóbulos rojos. Esto da inicio a la aparición de un gran número de síntomas, entre los que destacan la fiebre muy alta y los ataques de escalofríos. Aunque también pueden aparecer dolor de cabeza, cansancio, diarrea, vómitos, dificultad para respirar o tos, entre otros. Algunos de los síntomas son el resultado de una anemia provocada por la destrucción de los glóbulos rojos.

malaria

Lo que hicieron estos científicos a la hora de desarrollar la vacuna contra la malaria fue modificar los parásitos P. falciparum de dos formas diferentes. En algunos modificaron sus genes para que detuviesen su desarrollo un día después de la infección. Los del segundo grupo, en cambio, se detenían a los 6 días.

Esos parásitos se introdujeron en mosquitos Anopheles stephensi y después se procedió a exponer a ellos a un grupo de voluntarios.

Una muestra pequeña
Inicialmente se ofrecieron para el estudio 75 personas adultas que no habían tenido malaria previamente. Tras la información y las pruebas iniciales, se inscribieron en el ensayo clínico de la vacuna contra la malaria un total de 43 voluntarios. Todos finalizaron la fase A en la que se dividieron en tres grupos. Los del grupo GA1 se expusieron a la picadura de mosquitos modificados para detener su desarrollo en un día. Por otro lado, los del grupo GA2 recibieron los mosquitos modificados para hacer lo propio en 6 días. Finalmente, los del grupo control no recibieron la vacuna contra la malaria.

Para la fase B todos los voluntarios tuvieron que exponerse a la picadura de mosquitos con el parásito sin modificar. Hubo 3 voluntarios que abandonaron el ensayo clínico después de la fase A, por lo que solo quedaron 40 personas, pero solo 20 cumplieron todos los criterios para continuar con el estudio. De esas personas, 8 formaban parte del grupo GA1, 9 del GA2 y 3 del placebo.

Tras realizar la infección controlada con el parásito de la malaria sin modificar, los 3 pacientes del grupo placebo enfermaron, mientras que en el GA1 enfermaron 7 de 8 y en el GA2 1 de 9. Eso indicaría que la posibilidad de dejar que el parásito avanzase un poco más le daba al sistema inmunitario la opción de generar más defensas, sin que la enfermedad llegase a producirse.

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Todo tiene sus limitaciones
Lógicamente, el número reducido de participantes es una gran limitación en el estudio.También se debe tener en cuenta que, aun siendo una infección controlada, no es la forma óptima de desarrollar este tipo de estudios. Por supuesto, los participantes tuvieron que firmar un consentimiento informado. Al realizarse una infección controlada, los parásitos en cuestión no eran resistentes a los fármacos y se trató la enfermedad desde sus etapas iniciales. Además, eran personas jóvenes y sanas. En África, donde se dan la mayoría de casos y apenas hay control, la enfermedad mata a 1 de cada 200 enfermos. Por eso, la probabilidad de que los participantes murieran era muy baja.

No obstante, si se realizase un ensayo clínico de esta vacuna contra la malaria con una cantidad mayor de participantes, sería recomendable buscar otros métodos, como la liberación de estos mosquitos en áreas donde la malaria es endémica. Al fin y al cabo, eso es lo que se espera hacer si todo va bien. Infectar a la gente de forma controlada es mucho menos ético y diferente a lo que ocurrirá en la realidad.