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Cambian la definición de obesidad: estos son los parámetros que «reemplazarán» al índice de masa corporal

¿Se puede tener sobrepeso y salud a la vez? Muchas personas afirman que no. De hecho, a menudo el acoso gordofóbico se escuda en una supuesta preocupación por la salud de las personas obesas. ¿Pero y si la obesidad no fuese sinónimo de “estar gordo”? ¿Y si estamos poniendo el enfoque en el lugar incorrecto? Esto es lo que sugiere un grupo de expertos que lleva desde 2022 analizando la mejor forma de definir la obesidad más allá de la actual regla de oro que se basa en el índice de masa corporal.

Los resultados de estos científicos se acaban de publicar en The Lancet, en un estudio en el que señalan cuáles deberían ser realmente los factores que ayuden a definir si alguien tiene obesidad. Dejan patente que el criterio del índice de masa corporal está obsoleto y, además, puede dar lugar a tratamientos inadecuados.

Un dato interesante es que este grupo, dirigido desde el King’s College de Londres, está compuesto por expertos en nutrición y endocrinología, algunos de los cuales han experimentado la obesidad en su propio cuerpo. Por eso, están más que cualificados para decidir cuáles son los criterios más adecuados para definirila.

Adiós al índice de masa corporal
El índice de masa corporal (IMC) se obtiene dividiendo el peso en kilos entre el cuadrado de la altura en metros. Si el resultado es mayor que 30, directamente se considera obesidad.

Ahora bien, ¿qué pasa si una persona tiene una cantidad muy elevada de masa muscular por hacer mucho ejercicio? ¿O si la densidad ósea de una persona es especialmente elevada? Y en el caso contrario, ¿qué ocurre con alguien con mucha masa a causa de grasa abdominal, pero una gran altura? Al dividir entre una altura muy elevada el IMC se reduce.

Por todo esto se constituyó la Comisión de Diabetes y Endocrinología Lancet sobre la Definición y Diagnóstico de la Obesidad Clínica. En dicha comisión participan 56 expertos que han trabajado desde 2022 para establecer unos criterios más adecuados para definir la obesidad.

Finalmente, han llegado a la conclusión de que estos criterios deben ser especialmente tres: la proporción de masa en forma de grasa, la ubicación de esta y la existencia de enfermedades asociadas. La importancia de la ubicación se debe a que cuando se centra en el abdomen y rodea ciertos órganos vitales se pueden liberar en ellos sustancias nocivas que poco a poco pueden causar problemas de salud.

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Teniendo esto en cuenta también han establecido dos tipos de obesidad, conocidos como obesidad clínica y obesidad preclínica. Según cuál sea el que tiene cada persona, debería someterse a distintos tratamientos. La atención sería mucho más personalizada y no se centraría únicamente en el peso. Porque no, cada vez está más claro que los kilos de más son mucho menos importantes de lo que solíamos creer.

Los dos tipos de obesidad
Según los criterios de estos científicos, una persona con obesidad clínica tiene dificultades para llevar a cabo sus actividades diarias y, además, ciertos problemas de salud asociados al exceso de peso. La obesidad, como hemos visto, no se identifica con el IMC, sino, por ejemplo, mediante la medición del contorno del abdomen, para determinar la grasa abdominal, o analizando la proporción de grasa en el cuerpo.

Establecen 18 criterios de salud para adultos y 13 para niños y adolescentes. De todos ellos, los más importantes son la dificultad para respirar, la insuficiencia cardíaca, la tensión alta, la enfermedad de hígado graso y los problemas óseos.

Estas personas deben someterse a tratamientos para esos síntomas, pero también se les debe dar una educación nutricional para mejorar su dieta si es necesario y promover una mayor actividad física. Además, puede ser necesario pautar medicamentos para reducir el apetito o recurrir a la cirugía bariátrica para reducir el estómago.

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En el caso de la obesidad preclínica, aún no se ha manifestado ninguno de estos problemas. No obstante, puede haber indicios de un mayor riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2. Por ejemplo, podría detectarse una mayor resistencia a la insulina. En estos casos, a veces un ligero cambio de hábitos puede ser suficiente. No es necesaria medicación o una intervención dietética brutal.

En definitiva, no debemos centrarnos en el peso sino en los efectos que ese peso pueda estar produciendo.

La obesidad no aumenta el riesgo de muerte prematura
Este estudio de The Lancet se ha publicado pocos meses después de que otro equipo de científicos publicara la revisión más completa de la literatura científica sobre la relación entre obesidad y muerte prematura. En dicha revisión se analizaron 20 estudios, publicados entre 1980 y 2023, en los que se incluían datos de 398.716 personas.

Al poner en común los datos de todos esos estudios se vio que el riesgo de muerte prematura de las personas con obesidad (IMC>30) que estaban en buena forma física era igual que el de aquellas en forma con un peso considerado normal. De hecho, se asoció tener obesidad y estar en forma con una vida más larga que estar en forma con normopeso.

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El riesgo de mortalidad prematura en personas con IMC>30 en buena forma física es igual que el de personas en forma y con normopeso. Crédito: Freepik.
Hay personas que, ya sea por factores genéticos, por estrés o por el padecimiento de algunas enfermedades, no pueden dejar peso fácilmente. Ni siquiera a través del ejercicio. Sin embargo, ese ejercicio no cae en saco roto. Los beneficios para la salud pueden experimentarse aunque no se logre reducir el peso. Incluso si los niveles de grasa no son óptimos.

Por lo tanto, no importa que tu peso sea maravilloso según tu índice de masa corporal. Si estás criticando el peso de alguien desde la comodidad de tu sofá y sin haber olido el ejercicio en años, es posible que el problema más grande lo tengas tú. Corre, aún estás a tiempo de cuidar de tu salud y de dejar de acosar a los demás.