Estás en Telenord Medios

Puedes continuar navegando en esta versión o visitar nuestra web de Servicios.

Skip to main content

“Guerra de los mundos 2”, teatro necesario, distinto y transgresor

Rafael Stalin Morla es actor, director y bailarín de formación. Sin embargo, uno de sus talentos a destacar con mayor ahínco es la dramaturgia. De su cabeza inquieta y prolífica han surgido piezas como “La leyenda del comodín y sus barbiedolls”, “Charlyn”, “El apocalipsis según Pedro Machete, “Hasta el abismo”, “Varones”, “El banquete”, “Testimonio del más acá.com”, “Bastardo”, “El gallo” y la que nos ocupa en estos momentos, “Guerra de los mundos 2”.

Sabido esto, colegimos que Morla es poseedor de una prosa disruptiva que, llevada a escena, convoca, obliga a quien dirija cualquiera de sus textos, a exponer una teatralidad poco complaciente y nada ceñida a cánones preestablecidos, mucho menos convencionales, porque esto, parece ser, es lo que menos pretende a la hora de pensar alguna de sus obras.

Demostrado quedó. La puesta en escena de “Guerra de los mundos 2” y el título alternativo “Los monstruos románticos atacan” movió cimientos, hizo sonar alertas, despertó conciencias. Gritó verdades.

“Guerra de los mundos 2” se presentó del 7 al 10 de agosto en la sala La Dramática del Palacio de Bellas Artes. Una producción del colectivo independiente Otro Teatro.

La pieza, que dirige el mismo Morla y coprotagoniza Isabel Spencer, no susurra, no acaricia, no adormece. Muy al contrario. Es un constante llamado en voz alta a prestar atención a fenómenos de tendencias actuales como las redes sociales, los influencers y el impacto persuasivo que pueden tener en las mentes menos cautas.

“Guerra de los mundos 2” es, además, un concepto. Es una deconstrucción poética de teatro alternativo. Un discurso de cuerpo y voz en el que los actores ponen de manifiesto técnicas de movimiento, de coreografías que de ninguna manera conflictúan con la descarga ¿dramática? ¿trágica? ¿cómica? de sus parlamentos.

Y los actores sólo se tienen a ellos dos y lo que representan, lo que expresan, lo que vomitan, lo que disparan en escena. En esa puesta en escena minimalista y casi lúgubre, apoyados por un juego de luces y una banda sonora tan “kitsch” como irónica.

Isabel y Morla se convierten en objetos moldeados al texto. Prestan sus cuerpos a esa teatralidad contemporánea que exige rutina, método, disciplina y espontaneidad al mismo tiempo. Se mueven, se contorsionan, danzan, sudan, se sincronizan, se mimetizan, en fin, actúan.

La obra, cuyo contenido social o, mejor dicho, cuyo compromiso social es contundente, también incluye elementos del amor, de los corazones rotos (desamor), la salud mental, las apariencias… En fín, que Morla no quiso dejar fuera de este multiverso alocado y paralelo nada de lo que en algún momento lo ha llegado a perturbar.

En buenas manos sigue el pandero. La dramaturgia local tiene en él, en Morla y en otros autores de una generación cuya estética viene combinada con una descarga de forma y fondo desobediente, dejando un mensaje claro a los ortodoxos, que clásicos y vanguardistas pueden convivir en el respeto y la calidad,

Este montaje se presentó del 7 al 10 de agosto en la sala La Dramática del Palacio de Bellas Artes. Una producción del colectivo independiente Otro Teatro con Karina Valdez y Glenys Valoy en la asistencia de producción y de dirección, respectivamente, junto a un equipo técnico que incluyó a Palma Ruiz en el diseño de vestuario; Taína Peña, en el maquillaje y la iluminación de Isaac Núñez.