Ellen DeGeneres, de adorada cómica a villana

Pero la bola de críticas ha seguido creciendo, hasta el punto de haber cruzado el Atlántico y ser hoy objeto de la atención de los poderosos tabloides británicos. DeGeneres empieza a denotar su aprensión ante las consecuencias que todo ello pueda reportarle.
La historia de esta cuesta abajo arrancó en marzo, coincidiendo con la obligación de confinamiento en Estados Unidos. El también cómico Kevin T. Porter tiró del hilo de Twitter reclamando a los usuarios de la comunidad virtual “las historias más alocadas” sobre el supuesto maltrato de DeGeneres a sus empleados. Por cada una de ellas él haría una donación al banco de alimentos de Los Ángeles. El flujo de respuestas desbordó las expectativas, con el relato de muchos episodios sobre el (mal) comportamiento de la estrella televisiva, sobre una frialdad en el trato que contrastaba con su imagen pública de todo dulzura, y también sobre sus manías de diva (como la exigencia de que cualquiera que fuera a dirigirse a ella mascara antes un chicle para evitar que le llegara un supuesto mal aliento).
De mayor calado fue la consiguiente información de la revista Variety sobre la situación de indefensión en la que se encontraban los empleados fijos de El show de Ellen DeGeneres. Frente a las denuncias de que los responsables del programa les habían dejado en un limbo laboral, la productora Warner Bros respondió que todos mantenían sus sueldos, aunque adaptados a una reducción de jornada no especificada. Nuevas voces se han sumado al coro crítico durante este mes de mayo, como la de Tom Majerck, contratado como guardaespaldas de la presentadora en la gala de los Oscar de 2014 y que acaba de relatar en una entrevista con Fox News (cadena ultraconservadora que odia a la demócrata DeGeneres) cómo ella en su pose de estrella le trató de forma humillante.
El selfie que DeGeneres inmortalizó durante la gala de los premios de Hollywood de hace seis años –junto a los actores y actrices más cotizados de la industria– dio entonces la vuelta al mundo y aupó la popularidad de la presentadora de aquella gala. Esos mismos medios digitales se le han vuelto ahora en contra, y con toda la crudeza del doble filo que reservan para sus usuarios, famosos o anónimos.