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Feminicidios en República Dominicana: una masacre silenciosa con patrones repetidos

La República Dominicana atraviesa uno de los momentos más alarmantes en cuanto a la violencia de género. En lo que va del año 2025, se han registrado múltiples feminicidios, 14 asesinadas y doce de ellas en estado crítico, en distintas provincias del país, todos marcados por un patrón similar: celos, control, manipulación emocional y la negativa de aceptar una ruptura.

La mayoría de los agresores son parejas o exparejas sentimentales de las víctimas. Muchos de estos hechos violentos se cometen tras intentos de reconciliación fallidos o discusiones motivadas por el rechazo a retomar la relación.

En casi todos los casos, el agresor justifica su acción con frases que buscan dar sentido a lo injustificable: “ella me engañó”, “yo le pagaba la casa”, “ella me dio esperanza”, “yo sospechaba que tenía otro”.

Psicólogos y especialistas en violencia de género coinciden en que muchos agresores ejercen control aún después de la separación, mediante regalos, ayuda económica o el pago del alquiler de la vivienda. Este tipo de vínculo, aunque aparentemente inofensivo, representa un grave riesgo, pues en algunos casos es usado como una forma de chantaje emocional y manipulación.

Vidas segadas, familias marcadas

El caso de Wendy Josefina Peña Bonilla, de 42 años, estremeció al país el pasado mes. Fue apuñalada varias veces, presuntamente por su expareja, Javier Díaz, de 38, quien fue detenido y está bajo custodia. Según testigos, el crimen ocurrió luego de un altercado en el que Díaz exigía retomar la relación.

Otro hecho de violencia impactó a la comunidad dominicana en El Bronx, Nueva York, donde el dominicano Ramón Reyes, oriundo de La Vega, habría asesinado a su suegra e intentado matar a su esposa, Carolain, durante una acalorada discusión. La víctima, Teresa Sánchez Jiménez, fue baleada en el tórax y falleció horas después en el hospital.
Estos son solo algunos de los casos ocurridos este año. La lista es larga, y las consecuencias devastadoras: niños huérfanos, familias rotas, y comunidades enteras indignadas y en duelo.

Factores que se repiten

Un análisis de los casos registrados en 2025 revela elementos comunes:

Relación víctima-agresor: En la mayoría de los casos, existía un vínculo sentimental previo entre el agresor y la víctima.

Lugar del crimen: Muchos feminicidios ocurren en entornos familiares, con frecuencia en presencia de los hijos.

Método: Se utilizan principalmente armas blancas o de fuego.

Perfil de las víctimas: Mujeres jóvenes, en su mayoría entre los 20 y 40 años, muchas de ellas madres y con algún nivel de dependencia económica de su agresor.

Historial de violencia: Varios de los agresores tenían denuncias previas, y algunos incluso estaban bajo medidas de alejamiento.

La gravedad de estos hechos exige más que indignación. Requiere educación, orientación y cambios en la forma en que se concibe la masculinidad y las relaciones afectivas. La prevención debe comenzar desde el hogar y extenderse a todos los niveles sociales.

A propósito de estos crímenes, se llama a madres, padres e hijos a ser parte del cambio:

A las madres, que están formando a sus hijos: enseñarles desde pequeños a respetar a las mujeres y a manejar sus emociones sin violencia.

A los padres, que deben comprender que una mujer no es propiedad de nadie. El rechazo no es humillación, es parte de la vida.

A las mujeres, que deben denunciar cualquier amenaza, por mínima que parezca. No aceptar regalos, ayudas o pagos de parte de una expareja cuando ya no hay intención de reconciliación. Estos vínculos, lejos de proteger, perpetúan el peligro.

La violencia feminicida no surge de un momento a otro. Tiene raíces profundas en la cultura del control y la impunidad. Si no hay una ruptura clara, si se mantienen vínculos afectivos, económicos o sexuales tras la separación, se alimentan falsas expectativas y se abona el terreno para la tragedia.

La cifra de feminicidios en 2025 es preocupante. Cada caso registrado es una historia que termina de forma abrupta, cruel y evitable. Y cada historia deja niños sin madre, hogares vacíos y una sociedad que se pregunta hasta cuándo.

Porque nadie tiene derecho a arrebatar una vida. Porque ser mujer no puede seguir siendo una condena.