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Cuando trabajar es pobreza

La pobreza en República Dominicana no es baja, ni se debe a carencia de ingresos ni es por informalidad laboral. Es el resultado de un modelo concentrador de riquezas y socializador de la precariedad.

De acuerdo con datos recolectados por el Banco Central, analizados junto al economista Francisco Tavárez, mientras el PIB ha crecido desde 2019 a 2024 un promedio de 4.0% anual (y hasta 12.3% en 2021), el salario real promedio ¡solo creció en 500 pesos! Siendo así, por cada 1% de crecimiento económico, el salario solo subió 0.4%.

Esto se refleja en que, si la productividad laboral aumentó un 48.5% entre 2016-2024, los ingresos de los trabajadores solo subieron en 11.2%, apenas una cuarta parte de lo que aumentó la riqueza que producen, y en que las remuneraciones al trabajo solo fueron un 22% del PIB. Esto es bastante menos que el ya bajo 25% de 2016 y 2018. Todo lleva al mismo punto: la economía crece, la riqueza es mayor, pero los salarios son apenas una borona, y el gran capital se queda con casi todo el bizcocho.

Esto tiene consecuencias serias en la vida de la gente. Con datos de 2024, el ingreso laboral promedio mensual ($28,217) solo cubría el 61% del costo de la canasta familiar promedio ($45,447), para un déficit del 39% de la canasta que quedaba sin cubrir, y obliga sistemáticamente al pluriempleo, el chiripeo, a poner los hijos/as a trabajar anticipadamente, y al exilio económico que se expresa en que, según el BID, República Dominicana es, junto a Colombia (que tiene 5 veces más población), el segundo país en recepción de remesas en toda Centro y Sudamérica. La formalidad en materia de insuficiencia del salario no es ninguna solución ni panacea, puesto que un 60% de los trabajadores y trabajadoras formales ganan de $28,000 para abajo.

¿Y si se compara no con el costo de la canasta familiar, sino con la línea de pobreza? La situación es dantesca. Considerando los ingresos totales que los hogares reciben por trabajo y se quitan remesas y transferencias estatales, el 36% de la población vive en la pobreza. Si se toman sólo los ingresos de la ocupación principal, la pobreza es mayor y afecta al 43.2% de la población. En el caso de las mujeres, la pobreza laboral medida por el ingreso de la ocupación principal llega al 46.5%.

La Constitución es clara al establecer en su artículo 62 que: “Todo trabajador tiene derecho a un salario justo y suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para sí y su familia necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales. Se garantiza el pago de igual salario por trabajo de igual valor, sin discriminación de género o de otra índole y en idénticas condiciones de capacidad, eficiencia y antigüedad”.

Pero en República Dominicana, parece que lo de menos es cumplir la Constitución, y aún menos importante es que ser dominicano y trabajar sean un título de dignidad, y que hablar de convivencia pacífica, seguridad y valores sean realidades, no frases huecas.

Las políticas públicas y la presión de las élites no hacen caso, ubicándose en una realidad paralela en que llaman “costos laborales” al auxilio de cesantía, a las cotizaciones sociales (que se quedan y enriquecen a las AFP y ARS) y a salarios bajísimos que, además, se cargan con impuestos ilegales, para descargar a quienes más tienen. Y buscan una reforma laboral que radicalice aún más este camino al precipicio en que trabajar, en vez de prosperidad, siga significando desigualdad y pobreza.

El autor es profesor e investigador con una activa participación en los espacios de reflexión, discusión e investigación relacionados con las transformaciones sociales.