6 trampas que te hace tu propio cerebro para impedir que ahorres

¿Por qué no consigo dejar de fumar si es el objetivo que me he puesto? ¿Por qué no logro hacer dieta a pesar de que es el propósito que me he hecho? ¿Por qué no soy capaz de ahorrar aunque me lo haya fijado como meta?

Estos son sólo algunos ejemplos cotidianos de cómo, aún habiendo establecido una serie de pautas para alcanzar un fin, nos resulta imposible hacerlo realidad. Pues bien, aunque te parezca sorprendente, en algunos casos, ello puede ser debido a que sea tu propio cerebro el que te esté haciendo trampas para no ahorrar.

Por descontado, la respuesta a esas preguntas puede hallarse en las circunstancias particulares de cada cual -por ejemplo, en el tipo de metabolismo si nos referimos a adelgazar- o en una simple carencia de fuerza de voluntad, pero también, insistimos, cabe la posibilidad de que tu propio cerebro te esté boicoteando para evitar que logres ahorrar.

Las finanzas conductuales
En ese fenómeno ponen el foco las finanzas conductuales, que analizan el comportamiento en este ámbito desde un punto de vista psicológico.

La clave —en relación a las inversiones y al ahorro— reside en que tu propio cerebro puede llevarte a elegir la ganancia inmediata frente al beneficio futuro a medio o a largo plazo sin que te des cuenta, sin que tú mismo seas consciente de ello.

Trampas que te hace tu propio cerebro para impedir que ahorres
Así que los sesgos cognitivos, que no suelen ser tenidos en cuenta en la tesitura de cómo decidir sobre una inversión y acertar en ella,influyen sobre el ahorro.

Además de los más conocidos sesgo del presente —la búsqueda del beneficio inmediato—, la aversión a la pérdida o comprar por convencionalismo social, existen otras trampas que tu propio cerebro te hace para impedir que vayas apartando un cierto capital poco a poco. Te explicamos unas y otras para que estés prevenido contra ellas.

El primero de esos espejismos que la mente humana puede crear es el denominado sesgo del presente, que lleva a posponer sine die ciertas opciones porque tu cerebro da con otros beneficios que resultan más satisfactorios, más recurrentes, más placenteros y, sobre todo, más inmediatos.

El efecto a que puede dar lugar el sesgo del presente es subestimar las consecuencias futuras de una decisión o, incluso, a ser más optimistas de la cuenta, lo cual puede ser perjudicial para tu bolsillo.

Los sesgos cognitivos al invertir o al ahorrar
Aquél es sólo un ejemplo de la relevancia de ciertos resortes mentales inconscientes que se producen al tomar decisiones, es decir, los atajos que tu cerebro utiliza para procesar la información que recibe y actuar en consecuencia. Esos sesgos cognitivos condicionan también cómo gestionas tus finanzas.

De esta manera, ¿cuántas veces has adquirido artículos que, si te paras a pensarlo dos veces, realmente no necesitabas? ¿En cuántas ocasiones has salido con el carro de la compra lleno a pesar de tener previsto comprar sólo un puñado de productos?

No es ningún secreto que las grandes compañías usan nuestras emociones y nuestra forma de percibir la realidad en su beneficio, para que consumamos más. Precisamente ése es el principal factor pernicioso: que compras de más, que gastas de forma innecesaria.

Al despilfarro inducido por las corporaciones se unen otras trampas que tu cerebro te pone para evitar que logres ahorrar. Por ejemplo, el hecho de que perder o ganar diez euros debería producir un efecto negativo o positivo proporcional, dado que es el mismo montante. Sin embargo, el cerebro humano no lo percibe de esa manera. Se llama aversión a la pérdida y describe la tendencia de los individuos a considerar más una merma que una ganancia, aunque sea una cantidad exacta. O lo que es lo mismo, las pérdidas duelen más en la cartera de lo que satisfacen las ganancias.

Los gastos innecesarios, enemigos del ahorro
Pero el derroche tiene más aliados. ¿Te gastarías con la misma alegría dinero proveniente de tu sueldo que las ganancias obtenidas en la lotería? Seguramente, no. ¿Por qué? Porque la mayoría de las personas tiene en cuenta la fuente del que mana ese capital. No obstante, el valor de uno u otro dinero es el mismo, aunque de nuevo tu cerebro te tienda trampas para que no lo percibas así, impidiendo que consigas ahorrar.

Siguiendo con el ejemplo anterior, diez euros son diez euros, provengan de donde provengan. Aunque el dinero que aparece de la nada, caído del cielo, nos parezca que tiene menos valor y por ello seamos más proclives a usarlo con ligereza. Pero ¿por qué no ahorrarlo en vez de gastarlo sin ton ni son?

Gastar para mantener las apariencias
¿Qué hacen muchas parejas al casarse o al asentar su relación? Comprar una casa. ¿Cómo actúan cuando ya están en una edad madura y han pagado el piso? Pues adquirir una segunda vivienda, quizá para veranear. ¿Y cuando los hijos van creciendo? Hora de comprar otro coche.

Resulta muy probable que sean operaciones que te cuadran con esos momentos vitales, puesto que en ciertos casos se repiten por convencionalismo social, uno de los grandes enemigos del ahorro. De hecho, el gasto para mantener las apariencias es un clásico. Desde tiempos inmemoriales resulta un comportamiento demasiado frecuente vivir por encima de las posibilidades de cada cual.

El problema obvio es que la consecuencia también habitual es que una economía con más gastos que ingresos acaba, antes o después, por sufrir. Incluso pueden darse efectos graves en la situación financiera de las personas que se dejan llevar por las apariencias en sus dispendios. Si se trata de una práctica casi atávica, ¿cómo no será de común en una sociedad en la que pesa tanto la imagen como la actual? Las decisiones financieras deben atender las necesidades específicas de cada uno, no seguir modas o patrones generales de comportamiento.

El miedo de tu cerebro a perder una oferta
Aún hay más zancadillas que tu mente le pone al ahorro. En el mundo de la inversión se llama el miedo a quedarse fuera, a perder un gran negocio y luego arrepentirse. En lo que tiene que ver con el ahorro, se denomina el efecto de la oportunidad perdida, que las marcas comerciales explotan sin pudor para aumentar las ventas. Ese fenómeno explica las enormes colas frente a las tiendas en el Black Friday -aquí te damos varios consejos para aprovechar esa jornada de compras- o el gastar en productos que uno no necesita únicamente porque están rebajados.

De alguna manera, el consumidor teme quedarse sin una ganga que otro aprovechará. Así que opta por un dispendio en algo que no le hace falta, cuando habría podido dedicar ese capital al ahorro.

¿Seguro que es gratis?
Por otra parte, si hay una palabra capaz de hacer que el ahorro salga huyendo despavorido, sin duda, es 'gratis'. Se trata de una vocablo con un extraño poder hipnótico sobre la mente humana. Es leerla en un cartel o escucharla de viva voz y más de un juicio queda nublado. El problema es que casi siempre hay un coste añadido o indirecto, dado que 'nadie regala duros a pesetas'. La clásica oferta 3×2 -en la que el tercer elemento es gratis- es un ejemplo paradigmático en este sentido. Aunque en ciertos casos puede ser práctica, ¿realmente quieres los tres artículos cuando tu intención original era comprar sólo uno? Como solemos recomendar, mucho ojo a la letra pequeña.

Con todo, aunque no es tarea fácil luchar contra nuestros propios instintos o resortes mentales, al estar prevenido sobre las trampas que tu cerebro puede hacerte para impedir que ahorres, es más factible que les hagas frente. En todo caso, ante cualquier compra, gasto, inversión o maniobra financiera, piénsatelo dos veces, analiza y trata de dar con la respuesta sincera que te impulsa a querer comprar un determinado artículo. Si además quieres ahondar en ideas sobre el capital que vas acumulando, aquí te damos 20 trucos para ahorrar que sí funcionan de verdad.

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