Los siete pecados capitales de las finanzas personales

La religión católica contempla una serie de pecados capitales, los cuales deben ser evitados por los creyentes más fieles. Asimismo, en el mundo de las finanzas personales hay actitudes positivas y negativas que usted debe identificar y diferenciar para eludir un fracaso financiero.

Estos vicios capitales que generan desequilibrio en su economía son:
1. La lujuria: Se relaciona con los excesos en el consumo, gastar de forma indiscriminada y vivir del cuento. Aquí se ubican aquellas personas que tienen un serio desorden de compras compulsivas, sus hábitos de compras están más motivados por los deseos que por las necesidades. Para estas personas, los verdaderos “reyes magos” son Consumo, Gastar y Malgastar. Son felices dando “tarjetazos” a diestra y siniestra y les gusta mostrarse en público exhibiendo sus excesos.

2. La avaricia: Algunos recordarán a Rico MacPato, el personaje de las historietas, aquel millonario tío del Pato Donald que guardaba toda su fortuna en un edificio fortificado y disfrutaba solo contemplando su dinero. La avaricia es el deseo de acumular mucho dinero solo por el afán de atesorarlo, pero sin compartirlo con nadie. Este tipo de personas valoran más a sus semejantes por el tener que por el ser. Se creen poderosos e intocables por tener solo dinero, pero carecen de escrúpulos y clase. También están aquellos que motivados por el dinero fácil se involucran en actividades ilícitas y hasta llegan a dilapidar sus bienes en los juegos de azar, pues carecen de educación financiera.

3. La pereza: Un enemigo fatal para las finanzas personales. La poca acción o deseo para solucionar los principales problemas financieros de la casa es un mal que está destruyendo hogares. Hay familias que van a terapias de higienización financiera como si jugar el loto fuera; quieren soluciones, pero sin reducir su alto nivel de vida improductivo. Para lograr resultados hay que ser realistas y tener mucha disciplina, pues para salir de un lio financiero algo habrá que sacrificar. Hay que pagar un precio para volver a tener tranquilidad y sosiego.

4. La gula: La planificación, el diseño y aplicación de un presupuesto es la mejor medicina para este mal. Hay personas que no pueden estar tranquilas en un centro comercial si no es gastando dinero o explotando la tarjeta de crédito en compras, muchas veces innecesarias. También están aquellos que creen que la comida va a desaparecer y gastan enormes cantidades de dinero en lo que vulgarmente conocemos como “darse una jartura”. En ambos casos se trata de un deseo y un consumo que excede lo estrictamente necesario y las posibilidades económicas reales.

5. La envidia: Un sentimiento muy peligroso. Hay personas que no soportan el éxito financiero de otras, se llegan a frustrar y hasta conspiran en su contra. El envidioso no sabe vivir “hasta donde la sábana le da”, pues solo por el deseo de superar a sus “adversarios” es capaz de gastar ingentes sumas de dinero y endeudarse “hasta la tambora”. Este tipo de personas viven constantemente acechando a sus vecinos y se ponen verdes de la envidia cuando estos compran un vehículo mejor que el suyo, o que sus hijos van a un colegio de élite, mientras los suyos a un colegio promedio. La envidia es como la morena en el mar, están siempre al acecho, en la oscuridad, pero en cualquier momento te puede morder.

6. La soberbia: La falta de humildad y creerse más que los demás es un mal que desborda la sociedad. La soberbia empuja a las familias al abismo financiero. Dice el refrán que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Existen personas que saben que están muy endeudadas, al borde de la quiebra, solo por aparentar un estilo de vida artificial. La soberbia nubla la conciencia financiera de las personas, son personas tan orgullosas que no llegan a admitir sus errores financieros y metidas de pata, al contrario, las justifican, y como un alud, se llevan de por medio a sus familiares.

7. La ira: Es la consecuencia de un estilo de vida desenfrenado donde solo se es feliz cuando entra dinero, se toman decisiones de consumo y adquisición considerando como único referente el ingreso, y cuando este se va caen en las garras de la ira. Muy mala consejera. La ira, como todas las emociones, no le deja pensar de manera clara y lleva a tomar decisiones aún peores, como recurrir al usurero cuando se pierde o no alcanza el ingreso.

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