El PLD se juega la faja tras dos décadas en el poder

El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), la po­derosa maqui­naria electoral que ha go­bernado el país durante 20 años, se coloca ahora a 38 días de unas elecciones pre­sidenciales y legislativas sal­picadas de coronavirus, que amenazan su permanencia en el poder.

La popularidad del PLD cayó en alrededor de un 30% desde que se produjo la histórica división en oc­tubre pasado. Su líder Leo­nel Férnández, presidente del partido y expresiden­te de la República en tres ocasiones, abandonó la or­ganización junto a miles de seguidores que denun­ciaron un fraude en la con­vención interna.

Este acontecimiento re­percutiría cinco meses des­pués en las elecciones mu­nicipales del 15 de marzo, cuando el partido gober­nante cayó derrotado en el Distrito Nacional y la gran mayoría de las principa­les ciudades. Su principal rival, el opositor Partido Revolucionario Moderno (PRM) tomó desde enton­ces el control del impor­tante poder municipal que conservaba el PLD desde 2006.

Con esta nueva adversi­dad a cuesta, los peledeís­tas tienen que lidiar con la tripolarización política, la pérdida de la mayoría en la Cámara de Diputados, ausencia de inauguracio­nes presidenciales, el esta­do de emergencia, las lici­taciones, toque de queda, las víctimas del Covid-19, caída a 0% del crecimiento económico y alza del dólar y de los precios de los com­bustibles.


La dirigencia del PLD, leal a su ahora único líder, el pre­sidente Danilo Medina, tiene que correr contra reloj, en me­dio de una campaña electoral en tiempo de crisis que desa­rrolla el candidato presiden­cial Gonzalo Castillo, sus 32 candidatos a senadores y 190 a diputados. Ahora a merced de los millonarios programas asistencialistas y la falta de fi­delidad en los padrones y pa­droncillos del partido.

Fantasma de la división

En la historia política contemporánea del país ningún partido en el go­bierno ha salido airoso de una división interna en me­dio de un proceso electoral, salvo el presidente Joaquín Balaguer cuando en 1970 su vicepresidente Francisco Augusto Lora, renunció del Partido Reformista y formó para enfrentarlo el Movi­miento de Integración De­mocrática Antirreleccionis­ta (Mida).

La particularidad es que el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), prin­cipal de la oposición, y su presidente Juan Bosch, se abstuvieron de participar en ese proceso.

La debacle comenzó en 1986 cuando el PRD pro­tagonizó violentos actos divisionistas entre segui­dores del presidente Sal­vador Jorge Blanco, que apoyaban la candidatura presidencial del líder José Francisco Peña Gómez, en contra de Jacobo Majluta. El resultado fue la pérdida del poder tras ocho años de gobierno. En las elec­ciones de 1990 el PRD ofi­cializó su división con Peña Gómez como su candidato presidencial, y Majluta co­mo candidato del nuevo Partido Revolucionario In­dependiente (PRI). Ambos quedaron en un lejano ter­cer y cuarto lugar.

Durante las adelantadas elecciones de 1996, cuan­do el PLD y Fernández lle­garon por primera vez al gobierno, con el apoyo del presidente Joaquín Bala­guer se produjo un fenó­meno político atípico.

Balaguer, quien tenía im­pedimento para reelegir­se con el Partido Reformis­ta Social Cristiano (PRSC), favorecía a Carlos Morales Troncoso como candidato. Sin embargo, Jacinto Pey­nado en claro desafío al lí­der se presentó en la con­vención y triunfó.

Como respuesta, la máxima dirección del PRSC mostró una pasmo­sa indiferencia electoral y Peynado sucumbió a la tri­polirización que se produ­jo entre él, Fernández-PLD y Peña Gómez-PRD. Bala­guer y la dirigencia refor­mista potencializaron su activismo en la segunda vuelta formando el Frente Patriótico, pero jamás vol­vieron a triunfar en unos comicios.

Para las elecciones pre­sidenciales del 2004 el presidente Hipólito Mejía impuso una reforma cons­titucional para posibilitar su respostulación. El resul­tado fue una división del PRD, tras la salida del pre­sidente de la organización Hatuey De Camps, quien formó a su vez el Partido Revolucionario Social De­mócrata (PRSD). Mejía y el PRD fueron derrotados en primera vuelta por Fernán­dez-PLD y jamás regresa­ron al gobierno.

Tripolarización

La división del PLD en es­te proceso, debido a las complejas circunstancias colaterales que la rodean, se advierte con una mag­nitud mucho más profun­da que las vividas por el PRD y el PRSC, quienes se erigieron como los anta­gonistas más radicales en las contiendas electorales desde 1966 hasta 1996.

Además, estamos en presencia otra vez de una tripolarización, ahora con Luis Abinader-PRM, Gon­zalo Castillo-PLD y Leo­nel Fernández-Fuerza del Pueblo.

Este tipo de composi­ción política siempre ha enrarecido y dificulta­do los triunfos en prime­ra vuelta. Entonces, si se introduce un eventual es­cenario de segunda vuelva electoral, tampoco se divi­sa de una manera diáfana el papel del PLD y su candi­dato, por lo que el lideraz­go de esta organización po­lítica tiene por delante una intrincada labor, en los es­casos días que restan para el 5 de julio.

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